Molinos de Viento: Adiós del DIF

Susana Solís Esquinca

Los puntos descritos por Andrés Manuel López Obrador sobre el actuar que tendrán los próximos  funcionarios sin duda responden al sentir de las mexicanas y mexicanos, esas cosas obvias que ofenden a la ciudadanía por el comportamiento soberbio y grosero de los servidores públicos fueron expuestas en una serie de medidas que deberán observar a partir del primero de diciembre.

Sin embargo, darle “carne a la plebe” no significa un verdadero cambio como si lo es  el hecho de que el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, cuyas atribuciones y suponemos personal, pasarán a formar parte a la Secretaría de Salud, donde siempre debieron haber estado.

Como lo mencionaba la escritora Sara Sefchovich en su libro “La suerte de la consorte”, donde hace un repaso histórico del 500 años del papel de las llamadas “primeras damas”, las esposas de los gobernantes han jugado un papel fundamental en las decisiones de estado, a veces injusta, a veces forzada, y en ocasiones muy activas.

Aún se recuerda a las tímidas Nilda Patricia Velasco, Esposa de Ernesto Zedillo, o Paloma Cordero de Miguel de la Madrid, el activismo folclórico de Esther Zuno de Luis Echeverría, la extravagancia de Carmen Romano de José López Portillo, quien a pesar de sus excesos, impulsó la vida cultural a gran escala, o la instrusiva Martha Sahagún de Vicente Fox, hasta la actriz Angélica Rivera de Enrique Peña, a quien le sigue pesando el escándalo de la casa blanca.

La creación del DIF tiene su antecedente en 1929 con el programa social “gota de leche”, de ahí se fue transformando en el Instituto Nacional de Protección a la Infancia -INPI-(1961), el Instituto Mexicano de Asistencia a la Niñez -IMAN-(1968), y el 13 de enero de 1977 se fusionaron ambas dependencias surgiendo el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia.

Cuarenta y un año tuvieron que pasar para que la clase política reconociera que esta dependencia -duplicaba programas sociales rivalizando con otras oficinas de gobierno y cuyos intereses respondían más al clientelismo que al beneficio social.

Lo dicho por Beatriz Mûller en actos de campaña sobre su desacuerdo en ser llamada “primera dama” y presidir el DIF, lo ha confirmado su propio esposo Andrés Manuel, aclarando que el DIF se incorporará al sector salud y con ello terminará esta caduca tradición de tener ocupadas a las esposas de los gobernantes con actividades que quizá a varias de ellas no les gustaba pero que tenían que ejercerla por el simple hecho de haberse casado con un político.

A lo largo de estas cuatro décadas, los DIF también se fueron convirtiendo para los gobernadores en la caja chica o trianguladores de recursos públicos, y en algunos casos, con excesivas atribuciones para aumentarles presupuesto que quitaban a otras secretarías como salud, educación y desarrollo social.

 

Por ello, se espera que esta decisión trascienda también a los gobiernos estatales, porque al pueblo le enfada que las consortes gocen de muchos privilegios por presidir una institución y se le otorgue un salario, que eso, en términos llanos, se llama nepotismo.

Se espera que con esta decisión se termine una etapa de corrupción en los que también están inmersos los DIF, de simulación de familias perfectas, de obligar a las esposas hacer un trabajo que no eligieron y sobre todo, respetar el derecho de las mujeres a decidir sobre su vida.